Un fantasma
No me vas a encontrar, me dice. Existo, pero no estoy donde está el resto. Avanzando en la oscuridad, sin un punto fijo que tomar como referencia, hay peligro de acabar andando en círculos. Confía en mí, me dice. Estoy aquí, agarra mi mano. Y aunque no puedo tocarla porque estoy solo en este sofá semi-nuevo que alguien ofrecía por apenas cincuenta euros en Kleinanzeigen, puedo sentirla. Y confío, claro. Y decido creer. Y en el abrazo que no puedo dar va encerrado todo el miedo a que desaparezca que mi corazón ya ha empezado a tejer con hilo rojo. Eso también es real.
Mi amigo Marc Oller es ciego. Compartimos techo y grupo en una de las épocas más desquiciadas y divertidas de mi vida, de 2004 a 2007, cuando Garzón nos convertimos en un accidente improbable dentro de la escena pop independiente estatal y acabamos, gracias a un alarde de humor e inteligencia de Roberto Herreros, cambiando nuestro nombre por el de Grande-Marlaska. Marc ya había empezado a perder vista en aquella época, pero era el único que tenía carnet de conducir y un coche, de modo que la logística era mucho más importante que su incipiente ceguera. Nuestra amistad es irrompible y siempre nos encontramos por el camino. La colección de anécdotas derivadas de su enfermedad son infinitas, pero recuerdo un control de la Guardia Civil a la entrada del pueblo donde se celebraba el festival Contempopránea en verano de 2005 que, de haber quedado registrada en vídeo, ahora seríamos más famosos que los pistoleros del Eclipse. Tampoco me olvido del viaje de ida al FiB de 2006: un conductor medio ciego cuya pupila no dilataba en los túneles, dos miembros de un grupo de música con un burofax del juez Garzón en el bolsillo y un conocido de Marc al que nunca he vuelto a ver cuyo plan, a tenor de la bolsa llena de pastillas que se salió de su mochila en una parada en el camino, no era ver a ninguno de los grupos del cartel. Ni tan siquiera a nosotros. Ese año, por cierto, también toqué con The Secret Society. Y nos colamos en el camerino de Depeche Mode cuando no había nadie. Tenían el catering intacto. Y abrimos las Noticias Cuatro de Iñaki Gabilondo. Y mi madre pensaba que nos habían detenido.
El giro que Marc dio a su vida cuando la ceguera lo cubrió todo fue asombroso. Es campeón de España de golf adaptado (2018 y 2021), campeón de España de esquí adaptado y campeón de España de escalada. Todo a la vez. Cuando coincidimos, siempre me dice que estoy más guapo que antes. Claro, Marc, porque ahora no me ves. Y siempre contesta: Yo veo lo que quiero.
En un mundo esclavo de la imagen, hemos deseducado el resto de sentidos. Las cosas solo existen si las podemos ver y las personas nos hemos reducido a una representación en dos dimensiones, a veces con sonido, a veces en movimiento, donde se vuelcan las percepciones de los demás. Yo no soy la misma persona para A que para B. Pero soy, porque pueden mirarme.
Yo nunca te he visto. No podría reconocerte entre la gente ni saber si eres tú la que avanza por la acera a mi encuentro. ¿Cómo podría saber quién eres? No te conozco por el volumen que ocupas en el espacio ni por la talla de tu ropa. No sé los gestos que haces cuando te alegras o cuando te enfadas, ni puedo reconocer tu sonrisa entre todas las sonrisas. No sé cómo cierras los ojos cuando estás cansada ni sé si a veces, por un descuido, hablas con la boca llena. No sé cómo hueles ni cómo cantas ni cómo contestas al teléfono. No sé cómo te tocas el pelo ni si te maquillas ni sé tan siquiera cómo cruzas las piernas cuando llevas un rato sentada en la misma posición. No hay rastro de ti en ese gran sumidero de imágenes que son las redes sociales. No apareces en los registros. No puedo comprobarte.
Sin embargo, te leo. Y si tú eres lo que escribes, empiezo a conocerte. Y si tú eres lo que dices, me obligo a imaginarte, caminando por esa cuerda floja que separa la realidad de las expectativas. Te leo, te escucho, te percibo, te analizo, te dibujo y rediseño lo anterior con nueva información, en un juego al que jamás había jugado antes. Porque nunca antes había hablado con fantasmas.