Pedro, tú ya sabías cómo funcionan estas cosas
Sólo admitiendo que ninguna democracia en realidad lo es, podremos entender y afrontar las crisis políticas que se han instalado en nuestras sociedades.
Lo que estamos viviendo estos días en España no es nuevo, no es particular y no va a parar. La gente que ha estado expuesta a ciertas narrativas y vivido ciertas experiencias –desde la distribución de fanzines de hardcore/punk a la organización de un sindicato o la participación en una protesta pacífica contra el actual genocidio en Gaza– sabe que el sistema no funciona tal y como nos contaron de pequeños. Por eso resulta inverosímil que todo un presidente del Gobierno se haga ahora el sorprendido ante semejante descubrimiento porque él y su partido han contribuido a su consolidación.
Como cualquier persona interesada en entender por qué suceden las cosas, qué hay detrás de lo que nos muestran y cuáles pueden ser las consecuencias que puede desencadenar un hecho concreto, reconozco que a mí también me sorprendió leer la ya famosa Carta a la ciudadanía de Pedro Sánchez. Quizás por una cuestión de edad –y también como postura ideológica, porque estoy casi seguro de que todas las teorías conspirativas que enturbian cualquier análisis honesto están guiadas, entre otras cosas, por la urgencia– he aprendido a mantener la calma cuando me topo con una situación que no sé cómo descifrar. En la mayoría de ocasiones, el transcurrir del tiempo y la recogida de diversos puntos de vista son cruciales para configurar mi propia opinión de lo que sea que se trate. Por este motivo, cuando el miércoles estalló la noticia lo primero que pensé fue: “Esto es muy raro; vamos a esperar”.
En el mundo contemporáneo, esperar se ha convertido en un privilegio que mucha gente no se puede permitir, porque el tiempo es dinero y si pierdes el tiempo, pierdes capacidad y algo todavía peor: oportunidades. Hacer uso de este privilegio, por tanto, implica renunciar a algunas cosas: no participar en la carrera de ser el primero en dar una opinión, perder visibilidad o perder el momentum*. Acepto el trueque, prefiero esperar. La suerte de vivir en Hamburgo (Alemania) es que lo que sucede en España no trasciende a mi actividad diaria porque no trabajo ni vivo con españoles, de modo que no tengo que sufrir el efecto tan nocivo de una conversación cargada y monotemática, y soy yo el que elijo cuándo y con quién hablar del asunto (más tiempo disponible para esperar). En los días posteriores al comunicado del presidente del Gobierno he charlado con un amigo que es funcionario en el Parlamento Europeo, con otro con el que tuve un grupo al que le tuvimos que cambiar de nombre por un tema judicial, con una amiga que trabaja en banca privada y con mis padres. También he leído diversos artículos de diarios digitales afines, he consultado algunos medios internacionales y muchos nacionales de tendencia muy diferente a la mía (salvo algunos a los que no quiero dar ni un click); me he dado de bruces con la vergonzosa respuesta que Jorge Bustos publicó en El Mundo y también con la carta no menos patética que publicó Pedro Almodóvar en eldiario.es; he escuchado episodios de podcast, he visto a Facu Díaz en Twitch, he visto hasta donde he podido a Federico Jiménez Losantos en YouTube, he pasado tiempo en redes sociales, he leído lo de Pablo Iglesias, he visto vídeos de Alan Barroso para ver qué cuenta la izquierda más blanda y también le di al play al que colgó en Twitter Juan Carlos Monedero, donde mi interés por escucharle peleó con el estupor que me produjo ver la pared verde pistacho donde decidió que era buena idea registrarlo. En definitiva, creo que mi paseo desde el miércoles por diferentes fuentes de información y el debate sosegado con gente de mi entorno me ha permitido ordenar algunas cosas y pienso que no es mala idea compartirlas en este rincón de internet, porque estoy muy a favor de colectivizar el privilegio de haber podido esperar.
1.
Más allá de la decisión que tome Pedro Sánchez sobre su continuidad –que, con permiso, no me parece el tema central de todo esto–, creo que es un error muy grave caer en la trampa –en su trampa, en realidad– de identificar como “victoria de” o “derrota de”, lo que sea que ocurra a partir de la rueda de prensa de mañana. ¿Por qué digo esto? Primero, porque el sistema lleva años, décadas, funcionando de la manera que ahora muchos parecen haber descubierto. Y no me refiero sólo a “la máquina del fango”, que es un término utilizado por el propio Sánchez en su misiva, sino a algo más aceptado y tan instalado en nuestra forma de vivir que ya pasa totalmente desapercibido en nuestros análisis: esto que estamos viendo es el capitalismo funcionando a pleno rendimiento. Lo que ocurre es que antes sólo afectaba a los elementos que cuestionaban el poder desde los márgenes (activistas, periodistas, políticos, sindicalistas, estudiantes) y hoy, con las nuevas herramientas y el cambio de paradigma digital, afecta a todo el arco comprendido desde el centro-izquierda a la extrema izquierda, haciendo paradas puntuales en nacionalismos de cualquier signo. Luego desarrollo más. Por otra parte, creo que es un error identificar a Sánchez como el valedor de la legitimidad democrática y a la maquinaria que opera contra él como el enemigo de ésta. Es tramposo porque ambos forman parte del mismo sistema y ambos se benefician o se han beneficiado de él. Es verdad que hay diferentes niveles de beneficio y diferentes estilos, pero no seamos tan simplistas porque ese simplismo es el combustible necesario para perpetuar un sistema político que parece una cosa pero es otra diferente. Voy con esto último.
* La palabra «momentum» no es un término fácil de traducir. Su campo natural es la física, y quien la fijó por primera vez no fue otro que Isaac Newton (1643-1727). La física define momentum como «el producto de la masa de un cuerpo por su velocidad medidas en un determinado sistema de referencia». En otras palabras: el término momentum define el efecto que la masa y la velocidad tienen en un cuerpo en movimiento: es el empuje generado por un objeto en movimiento. En comunicación política, el término se emplea para expresar el impulso —en cuanto notoriedad y oportunidad— que una idea o persona tiene en un momento determinado, bajo un contexto determinado. El momentum se presenta como imparable, inevitable por extraordinariamente oportuno, por saber conectar el espíritu del momento.
2.
Yo creo en la democracia como concepto y como valor en sí mismo –¿cómo no creer en un sistema que defienda la libertad, la igualdad y la justicia?–; sin embargo, nunca he pensado que vivamos en democracia. Vivimos en algo que llamamos democracia y que, desde lejos, sin entrar en matices, parece una democracia, pero según nos vamos acercando y la imagen se va haciendo más nítida, es evidente que no podemos confirmar que este sistema garantice ni promueva los valores democráticos. La democracia como concepto es universal y deseable, pero como sistema es inoperable, especialmente en estados cuya población se cuenta en millones o en decenas de millones. De este modo, cuantas más personas tengan que ser administradas por un sistema, más se alejará éste de la idea original. ¿Estoy diciendo con esto que es más fácil que Islandia sea una democracia que España? Sí, estoy diciendo justo eso.
Si la democracia no es operativa, entonces no es democracia, por más que podamos ir a depositar nuestra papeleta en una urna. Las elecciones no dejan de ser ceremonias para celebrarnos a nosotros mismos y para rendir respeto al poder, del mismo modo que sucede en las religiones. Para que una democracia sea operativa tiene que garantizar, entre otras muchas cosas, la igualdad de los ciudadanos ante la ley y que la Justicia sea imparcial e independiente. Creo que no necesito poner ejemplos que documenten esta afirmación. Por tanto, lleguemos a un acuerdo: aceptemos que vivimos en un país con elecciones y con cierta paz social –cada vez más débil–, pero no en una democracia y mucho menos en una que los partidos políticos aseguran defender. Detengámonos aquí, porque es importante: ¿Son todos los partidos iguales? ¿Si no vivimos en democracia, cuál es el sistema político de España?
A la primera pregunta: no, no todos los partidos políticos son iguales. De hecho, ya hemos visto lo que el poder operativo hace con los partidos que son diferentes: los arrincona, abren procesos judiciales basados en mentiras contra sus miembros, les acusan de delitos que no han cometido, les separan de su misión hasta que consiguen desactivarlos y les fuerzan a abandonar. La lista es larga y dolorosa. Los partidos políticos que operan para el sistema –he dicho para con todas las consecuencias– sustentan una narrativa que poco o nada tiene que ver con el verdadero funcionamiento institucional. Son meros instrumentos para garantizar y mantener unos intereses previamente marcados por el poder operativo (no me gusta la denominación ya superada de poder en la sombra, porque su impunidad le permite ejercer a cara descubierta).
Entonces, ¿quién ejerce el poder en España? El poder económico. Antes de continuar con el relato, mira esta foto:
El presidente del Banco Santander, Emilio Botín, saluda al rey Juan Carlos en presencia del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, en Brasilia (Brasil), en junio de 2012. Fíjate en cómo van vestidos todos los políticos y en cómo va vestido el banquero. ¿Entiendes lo que quiero decir?
Eso de que quien ejerce el verdadero poder es el poder económico no lo hemos inventado los españoles, esto viene siendo así, al menos, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La bibliografía al respecto es tan extensa que hay bibliotecas enteras dedicadas a este tema. Te lanzo tres nombres y tú tiras del hilo: Naomi Klein, Noam Chomsky y Vincent Bevins. Y te digo estos porque son los que he encontrado nada más levantar la vista en dirección a la estantería. El poder económico, en España y en cualquier sitio, se caracteriza por operar en contra de los intereses que defiende la izquierda (el rollo este de la redistribución de la riqueza, del ecologismo, de la igualdad, etc.), de modo que para ostentar el poder político en España tienes que contar con el OK del poder económico. ¿Cómo se obtiene ese OK? De muchas maneras pero se resumen en una: no jodiéndoles su meticuloso plan de seguir enriqueciéndose. Si tu forma de gobernar no choca con sus intereses, tienes vía libre para representar tu papel. Si eres bueno, la gente creerá que está participando en una verdadera democracia –yo también me emocioné cuando Obama ganó por primera vez en Estados Unidos– y si eres un cero a la izquierda, como Ayuso o Martínez-Almeida, podrás hacer y decir lo que te venga en gana que nadie te va a quitar de ahí, mientras no le pises la manguera al poder económico. Si, por el contrario, la candidatura elegida en las urnas supone un riesgo para sus intereses (yo qué sé: hacer que paguen más impuestos los que más tienen, nacionalizar empresas de interés general, anular los desahucios, perseguir el fraude fiscal, garantizar el acceso a la vivienda, garantizar la independencia del Poder Judicial, este tipo de cosas), éste cuenta con mecanismos muy precisos para hacer que cambien las tornas lo antes posible. ¿Cómo lo hacen? Fácil: poniendo a funcionar la propaganda a través de medios afines, desplegando el poder coercitivo y de control a través de la Policía y diferentes Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y, en último caso, echando mano del Poder Judicial, que ni es neutral ni es independiente. Hagamos memoria.
3.
(Me acaba de llegar a través del grupo de Telegram de Antonio Maestre una convocatoria de una marcha para las 18:00 de hoy en Madrid bajo el lema Por amor a la democracia. Qué oportuno y qué ridículo).
La efectividad de la propaganda política es inversamente proporcional al nivel educativo de la población a la que va dirigida, de modo que si la población es fácilmente manipulable, la propaganda tendrá el efecto deseado. En España llevamos al menos tres décadas descapitalizando la educación pública en favor de la educación concertada y privada. Una educación libre, universal y gratuita, genera ciudadanos iguales y potencialmente críticos. La educación privada y concertada genera clientes. Son estos clientes los que, educados bajo el paraguas del poder económico, garantizarán la permanencia del sistema en el futuro. Esto no es una opinión, esto es un dato. Por eso no es de extrañar que cuando gobierna un partido de derechas se observen recortes en educación y cuando gobierna uno de perfil más social, se aumente la inversión.
Fuente del gráfico que ves a continuación.
Además de una población fácilmente manipulable, es necesario tenerla ensimismada para que nadie tenga la tentación de hacerse preguntas. Y esta es la mejor obra del capitalismo del siglo XXI: se ha añadido tal cantidad de ruido, luces, fuegos de artificio y cortinas de humo entre la realidad y la gente que no es que nos resulte complicado focalizar, es que es casi milagroso que queramos cuestionar nada. Tenemos redes sociales, tenemos drogas, tenemos debates sin importancia, tenemos vidas precarias, tenemos contratos de 8 horas pero que son 12 en la realidad, tenemos Tele 5, tenemos streamers, tenemos porno a tutiplén, tenemos Tinder, tenemos angustias vitales, tenemos a un montón de nosotras y nosotros enganchados a los anxiolíticos. ¿Cómo no va a ser imposible dedicarle un solo minuto del día a pensar en política? Si crees que exagero, simplemente repasa todas las votaciones parlamentarias en materia social –es decir: destinadas a mejorar las condiciones materiales de la gente– y observa quién ha votado a favor y quién en contra. No es un truco: es el sistema funcionando tal y como fue programado.
La propaganda tiene infinidad de formas y, en los últimos tiempos, se ha especializado en los temas identitarios. Sólo así se explica cómo Julián, mecánico de coches desde los 16 años al que le han vuelto a subir el alquiler en la última revisión, está votando a VOX y llenando de memes racistas el chat que mantiene con los amigos del parque en lugar de tener un cóctel molotov en una mano y un mechero en la otra, mientras se dirige a su Junta de Distrito. Porque agitar banderas y pensar que te van a okupar la casa en cuanto te ausentes de ella más de cinco minutos es también una forma de opresión y de desviar la atención. Pasa en España, pasa en Atlanta y pasa en Manchester, con transportistas que votaron a favor del Brexit y ahora se han quedado sin trabajo. Yo entiendo que lo fácil es señalar a Julián, a Sarah o a Barry como responsables de su comportamiento, pero a poco que entendamos cómo funciona todo esto, sabremos que en realidad son víctimas. Y no son las únicas, claro.
4.
Pero sin duda, todo esto quedaría en una incómoda anécdota si no fuera porque lo realmente grave del asunto es lo que está ocurriendo con el Poder Judicial en España. Marta Peirano, una de las periodistas más elocuentes y más en forma de la actualidad, publicó el pasado 11 de marzo en El País una columna que llevaba por título Después de la crueldad, donde formulaba de manera magistral lo que ocurre con la Justicia y los peligros a los que nos enfrentamos como sociedad si esta tendencia se consolida. La copio íntegra a puro pantallazo para los que no tienen acceso al contenido de El País. Es breve:
En España algunos jueces están haciendo política, y esto es así tanto si te lo crees como si no. Y la están haciendo a cara descubierta, sin miedo a reprobaciones, cancelaciones o pérdida de poder. ¿Cómo es posible que esto pase? Porque es uno de los instrumentos que tiene el poder económico para garantizar que su plan continúa como estaba previsto. Porque abrir diligencias basándose en una denuncia que a su vez se basa en noticias falsas, es hacer política. Sirve para asustar, amedrentar, desproteger y, en último caso, hacer que un presidente del Gobierno cuyo libro lleva por título Manual de resistencia, se recoja cinco días en Moncloa antes de mandarnos a todos a tomar por culo. Eso es hacer política. Y no lo digo yo, lo dice el propio Tribunal Supremo: “El Tribunal Supremo establece desde hace una década que una información mediática, si no va acompañada de más pruebas, no es suficiente para abrir una causa penal contra alguien. ‘No sirve la mera aportación de recortes de prensa o similares, sin más constatación o acreditación’, ha solido contestar el citado tribunal”.
La pregunta que debemos hacernos es: ¿Y qué pasará con nosotros cuando los jueces, todos, decidan hacer política en lugar de respetar la independencia y la imparcialidad a la que están obligados por su cargo? Mejor te lo cuenta Pablo Hasel en esta entrevista. Porque esto es lo que ocurre.
Amiga, amigo: en España hay presos políticos. Tómate el tiempo que necesites para digerir la idea, pero ten en cuenta que si esto que digo es la primera vez que lo escuchas, llevas años de retraso con respecto a la realidad. Y volvemos a lo mismo: la vida que llevamos impide que nos informemos como es debido, que dediquemos el tiempo a pensar, a debatir, a contrastar. En definitiva: a ser críticos con la actualidad y a activarnos políticamente. Vivimos en la época del titular, del contenido sencillo y masticado, de medios que no lo son, de las fake news. ¿Cómo no vamos a estar divididos?
5.
Todos somos víctimas del simplismo que la realidad trata de imponernos en todos los órdenes: es todo blanco o negro; A o B; demócratas o terroristas; sionistas o antisemitas. La asunción de discursos completos, incluso cuando van en contra de nuestros propios intereses, es una consecuencia de la precarización a la que estamos sometidos, mezclada con un intento de convertir en oportunidad cualquier situación. Personalmente no me resulta difícil empatizar con la Carta a la ciudadanía de Pedro Sánchez, pero no puedo pasar por alto el hecho de que haya sido el propio PSOE quien ha contribuido de manera activa a que él se encuentre hoy en esa encrucijada –eso siendo benevolente y dando por válidos los motivos de su comunicado–. Son incontables las oportunidades que ha tenido el Partido Socialista de desactivar la forma de hacer política que va a acabar con la carrera de su máximo activo actual, y de legislar a futuro para que España no se precipite por ese acantilado. A bote pronto, se me ocurre: desbloquear la situación anómala (y peligrosa) del Consejo General del Poder Judicial, abolir la Ley Mordaza, impedir que se financien con dinero público los medios de comunicación que publican noticias falsas o negar acreditaciones de prensa en el Congreso de los Diputados a profesionales de la desinformación cuyo único interés es generar contenido para manipularlo en redes sociales. En cambio, mientras escribo estas líneas, el propio PSOE vuelve a reactivar el mismo patrón: sólo los que estén con Sánchez pueden considerarse demócratas. A corto plazo puede que funcione pero a la larga esta es una manera como otra cualquiera de no atender a la urgencia de la situación. Un parche tan endeble como su propia credibilidad.
6.
Permíteme un último apunte: Asistimos atónitos a todo lo que está sucediendo sin que la inteligencia artificial haya hecho todavía acto de presencia en la vida política de la manera en que lo acabará haciendo. Porque imagínate por un momento cómo sería si estuvieran circulando vídeos fake de alguien con el mismo aspecto y la misma voz que el presidente del Gobierno aceptando un soborno, una imagen de diputada autonómica entrando en una mezquita con un Corán bajo el brazo o un vídeo generado por ordenador en el que es imposible diferenciar un píxel de una imagen real de una periodista de un medio de izquierdas quemando una bandera de España. Porque, efectivamente, la presión política siempre se ejerce desde la derecha hacia la izquierda, no en el sentido figurado, sino en el geométrico.
Me marcho con una canción antigua que escuché de manera compulsiva en su momento (1996) y que no sonaba desde hacía tiempo. Te pego la letra para que no la tengas que buscar:
Buena reflexión, gracias por compartirla.