'Omar and Cedric: If This Ever Gets Weird': una historia de amistad, música y muerte
Hay pocos documentales musicales que logren mantener una historia fascinante, un tono poético y una coherencia visual durante más de dos horas; me alegro de que sea justo este el que lo consiga.
“Alguien me intentaba convencer de que los CDs son mejores que los vinilos porque no tienen ruido de fondo”, contaba una vez el radiofónico John Peel. “A lo que contesté: ‘Escucha, colega, la vida tiene ruido de fondo”.
En un mundo donde cada teléfono es una videocámara, cualquiera puede ser documentalista. Sin embargo, que alguien como Omar Rodríguez-López (1975, Bayamón, Puerto Rico) tenga toda su vida registrada desde que era un niño es un hecho insólito, puede que único, sobre todo por la curiosidad innata que demuestra. Hijo de emigrantes criado en El Paso, Texas, en la frontera sur de Estados Unidos con México, Omar fue parte de At The Drive-In, una de esas bandas que parecen elegidas por un poder sobrenatural, que vinieron a cambiarlo todo y que, justo después de entregar su gran obra, acabaron implosionando debido a un cóctel ingobernable de drogas, cansancio y desencuentro, dejándonos a muchos con cara de idiotas y mirando al suelo o al techo, según nos pillara.
If This Ever Gets Weird es muchas cosas: es la historia de una amistad entre Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala (1974, Redwood City, California); es la historia de dos bandas, los ya mencionados At The Drive-In y The Mars Volta; es la historia de Jeremy Ward, artista y amante de Omar, que murió de sobredosis de heroína en mayo de 2003, justo cuando The Mars Volta se convertían en uno de los grupos más improbables dentro del mainstream –acabaron ganando un Grammy en 2009 en la categoría de Best Hard Rock Performance por la canción Wax Simulacra–; es la historia de Cedric cayendo en la trampa de la Iglesia de la Cienciología, que le llevó a alejarse de Omar; es la historia del amor de Rodríguez-López por sus raíces boricuas, por su familia y por lo mágico; es la historia, en definitiva, de dos artistas atravesados por su propia percepción de la música, la creatividad y la pasión, llevándolas hasta los márgenes y regresando transformados en el proceso.
Teniendo en cuenta que Omar es uno de los artistas más prolíficos de su generación, cuya obra es casi imposible de trazar –según Wikipedia, Rodríguez-López ha participado en 48 álbumes de estudio, 16 EPs e incontables colaboraciones, pero ni tan siquiera eso es un dato fiable–, no puedo dejar de pensar en la cantidad de horas de vídeo a la que ha tenido que hacer frente el director Nicolas Jack Davies para tratar de ordenar este puzzle cósmico y darle un sentido que no resulte ni demasiado complejo ni demasiado evidente para el público, mientras se pone el foco en las piezas que hacen de la historia de estos dos artistas algo verdaderamente irrepetible.
Hay drama, hay amor, hay muerte y hay música, sin romantizar ninguno de estos elementos, sin la recreación sensacionalista que haría cualquiera que buscara el aplauso fácil por parte del espectador, la crítica o ambas cosas a la vez. Por fortuna, la sucesión frenética de imágenes, canciones y efectos de sonido, tiene momentos para el respiro; áreas de descanso para pensar en lo que acabas de ver, mientras uno u otro (sin que sepas en todo momento quién habla) pone voz a la narración.
Una cualidad, quizás involuntaria: la generosidad del metraje permite satisfacer algunas dudas que quedaban pendientes, ya fuera con la salida de Jim Ward de At The Drive-In, los motivos económicos de la reunión de The Mars Volta, el surgimiento efímero de Bosnian Raimbows o Antemasque, o la reconciliación definitiva entre Omar y Cedric, cargada de simbolismo.
Un documental libre de toda sospecha comercial que, a su vez, debería ver todo el mundo. Porque es en esta clase de artistas sumidos en procesos de ensayo-error y laberínticas contradicciones, donde público e industria deberían depositar su atención y confianza. Porque no hay nada más estimulante que no entender nada de lo que estás viendo y escuchando y, a la vez, saber que formas parte de ello.
Pepo, me quedo con la miel en los labios, donde se puede ver?