Lo mío
Llevo un par de días en Gijón, quizás mi ciudad favorita de España. Vine a hablar de lo mío, que siempre he pensado que era lo de todxs. Nunca he sufrido del síndrome ese del impostor porque me creo todo lo que hago. Mi trayectoria artística y profesional dentro de la industria de la música siempre ha tenido algo de intención, mucho de fortuito y nada de estrategia, de modo que la única manera que tengo de entender quién soy y cuál es mi sitio dentro de este gran puzzle es mirando a los ojos a las cosas que he hecho. Y sí, es verdad que he hecho cosas y algunas de ellas muy divertidas. Ahora creo que quizás debería haber sido algo más ambicioso, como cuando esta canción se convirtió en un pequeño acontecimiento dentro de la diminuta comunidad a la que le gusta lo que hago, pero las dinámicas internas en The Secret Society que también afectaron a Gran Derby Records, junto con mi total falta de apego a las pocas cosas que sé hacer bien, me llevaron a desatender el momento. Nadie nos explica esto del momento y de lo importante que es saber aprovecharlo. Era ahí y no supe verlo. No creo que vuelva a tener otra oportunidad similar, pero no me maltrato ni un segundo pensando en ello. No pasa nada, he tenido otras cosas y sigo considerándome un tipo afortunado. La organización de Música en Rede, unas jornadas profesionales organizadas por el Principado de Asturias y dirigidas de forma exquisita por Marcos García, pensó que era buena idea que hablase de ellas desde la óptica del Hazlo Tú Mismo (Do It Yourself en inglés), término con el que he decidido convivir de forma pacífica a falta de otro que explique mejor de qué trata la autogestión —pero que encierra muchos malentendidos, si me preguntas—.
A diferencia de la mayoría de gente cercana, me gusta mucho hablar en público de lo mío. Yo no lo achaco al narcisismo (creo que no soy narcisista, para sorpresa de algunxs) sino a la facilidad que tengo para comunicar lo que pienso y a la voluntad de extender la idea de que estamos juntxs en esto. No sigo un guión pero nunca improviso cuando hablo en público. Creo que no improvisar es una manera de mostrar respeto a quien ha decidido que era buena idea contratarme para hablar de lo mío y a las personas que se han trasladado para escucharme. Solo improvisé una vez y me costó mi puesto de trabajo, así que decidí no volverlo a hacer. Me informo del resto de participantes, de lo que han hecho y lo que están haciendo, y me decido por un enfoque que pueda ayudar a la narrativa. Ayer, por ejemplo, decidí que la autogestión no se puede explicar sin entender la importancia de los espacios. Sin espacios disponibles, no hay autogestión. Para ilustrarlo, hablé de algo muy concreto: la explosión artística en Berlín Este en los años posteriores a la caída del Muro. El tiempo que tardó el capitalismo en posar sus codiciosas manos sobre los barrios de Hohenschönhausen, Lichtenberg o Prenzlauer Berg, fue el tiempo que tuvo la comunidad artística de poder vivir a precios asequibles en comparación con Berlín Oeste, y esta excepcionalidad fue determinante en el desarrollo de la escena de música techno berlinesa: jóvenes de todas partes se reunían en edificios abandonados y fábricas en desuso para bailar hasta el amanecer al ritmo de DJs que residían en la capital alemana. Esto duró, más o menos, hasta 1995. Cinco años de vacío capitalista que sirvieron para cambiar el rumbo de la música.
Lo mío también es hacer lo que pueda con lo que tengo en cada momento y no frivolizar al respecto. No he llegado hasta aquí por mis propios medios: no somos islas y el trabajo en comunidad es fundamental para avanzar. La narrativa del individualismo es una trampa para osos y no voy a caer en ella porque ni tan siquiera estoy seguro de que las letras que escribo sean mías al cien por cien: son el producto de lo mucho que me ha influenciado el trabajo de otrxs. Toqué en sitios rarísimos —Moscú, Guinea Ecuatorial, Salzburgo o aquella okupa en Utrecht donde un perro suelto se pasó todo el concierto ladrando y enseñándome los colmillos a centímetros de mi pierna— porque hubo gente que trabajó para que aquello sucediera. La última gira no hubiera sido posible si las puertas que iba tocando no se hubieran abierto desde dentro. Al final acabas aceptando el mundo cuando entiendes que solo eres una parte diminuta de él.
Hoy tengo dos hijas, un trabajo estable y un cuerpo aún en forma pero que en algún momento empezará a ponerse caprichoso. Viviendo en Hamburgo y atendiendo a una realidad diaria que es distinta a la que he viví en épocas anteriores, me conformo con que me sigan considerando una voz a tener en cuanta en este tipo de jornadas. Sigo activo porque sigo pensando en todo esto; sigo escribiendo canciones a las que nunca sé qué letra poner y sigo pensando en pequeño o en grande, según se mire. Porque lo mío, a lo mejor, puede que sea más mío de lo que pensaba.