Escritura automática #2: Beth Gibbons
Primera escucha de 'Lives Outgrown' (Domino, 2024), el nuevo disco de Beth Gibbons que, sin nada que demostrar, sigue siendo una artista fundamental para entender la música popular contemporánea.
Escritura automática es una sección donde vuelco todas las ideas que me vienen a la cabeza mientras escucho un disco. Sólo escucho discos que me gustan, de modo que estos textos no pretenden ser, en ningún caso, una reseña o una crítica a ningún trabajo artístico. Muy al contrario, utilizo la música que encierran como disparador de pensamientos a los que no accedería de otra manera. Se trata de pasar un rato escribiendo a la vez que escucho música, como actividad creativa más que pasiva. Nunca sé qué es lo que va a salir de aquí pero no tengo miedo a nada. Escribir es la forma más barata de escapar.
En el Primavera Sound de 2008, el grupo donde tocaba la batería entonces, Grande-Marlaska, compartimos escenario –mismo día, mismo lugar, horas diferentes– con Portishead. En la zona de camerinos, Beth Gibbons sentada al sol en una silla de plástico de Estrella Damm, sonriendo y saludando a quien pasara por su lado. A mí también. Por supuesto, en ese momento yo era más fan que artista, de modo que no me corté y le dije lo mucho que me gustaban Portishead. Puso la misma cara de agradecimiento y sorpresa que pondría alguien al que le dicen eso por primera vez. Beth Gibbons, colega. Y me hizo un gesto para que me sentase con ella en una silla que tenía a su lado. Lo hice. Me preparó –insisto: Beth Gibbons, colega– un gin-tonic tan cargado que si llego a tener un cigarro en la boca hubiéramos volado por los aires. No sé de qué hablamos, pero nos despedimos con un abrazo. Al día siguiente Portishead repetía actuación, esta vez bajo el techo del Auditori. Nos encontramos fortuitamente y se vino hacia mí, me agarró del brazo y me dijo: “¿Quieres un gin-tonic? ¡Vamos al camerino!”. No lo soñé y existen por ahí otras dos personas que podrían notificar la anécdota –y que seguro que la han contado mil veces más que yo–. Después de un rato, con todo su equipo corriendo de un lado a otro por las tripas del teatro, nos despedimos con otro abrazo, no entiendo por qué, la verdad. Lo siguiente que pasó es que yo acabé subiéndome al escenario en la última canción y provocando una invasión sin precedentes en la historia del Primavera Sound. Ese imbécil con mochila que ves a partir del 3:48 soy yo. No me fui con las manos vacías (mira al final del post). Quiero pedir disculpas con 16 años de retraso al festival y al público.
Cara A.
Tell Me Who You Are Today. Tengo a Aurora a mi lado, preguntándome cuándo nos vamos a la piscina de Ohlsdorf. Le gusta esa porque tiene una parte de niños con tobogán donde es casi imposible ahogarse. Eso lo hace más fácil. Suena la guitarra que, supongo, está tocada por Beth. El disco empieza suave, con cuerdas y una percusión tocada con mazas. Son las 10:58 AM del domingo 19 de mayo y ayer fuimos a recoger este disco (y otros, no te engaño) a Zardoz Records, una de las tres mejores tiendas de discos que conozco. No paran de llegarme mensajes al móvil. Hay arreglos como de sitar en esta canción que sólo se le permiten a Beth Gibbons.
Floating A Moment. Esta ya la había escuchado antes. Procuro no escuchar los adelantos de los discos, pero no me pude resistir con esta. Quería saber en qué latitud estaba la británica y sólo me hizo falta escuchar la primera línea de la estrofa para sentir de nuevo ese mordisco en el corazón: “On the path/ With restless curiosity/ Beyond life/ beyond me”. He silenciado el móvil. Nadie tiene por qué saber qué estoy haciendo ahora, pero es obsceno recibir mensajes cuando tu concentración está en otra parte. Hay coros como de niños. Hay un disco que poca gente conoce de un grupo llamado Dead Man Bones y que está liderado por el actor Ryan Gosling, con los mejores coros de niños de los últimos 25 años. Búscalo si no lo conoces. Vienen las letras en el disco. He leído que Milei está en España, metiendo papada. La verdad es que si miras a los estandartes de la ultraderecha (o de la derecha a secas, qué más da), es como un mal chiste: Milei, Trump, Abascal, Feijóo, el de Holanda, los de aquí en Alemania… ¿No te da la sensación de que les falta un golpe de horno a todos? Hay flautas en esta canción. Flautas.
Burden of Life. Leo en los créditos que este disco ha sido mezclado por James Ford, que ejerce también de productor, y por Beth Gibbons. La voz se escucha tan bien, pero tan bien, que reconforta y enfada al mismo tiempo. Joder, vaya arreglo de harmonio. Y las cuerdas acto seguido. Canción corta y al grano.
Lost Changes. Si un tipo de veinte años me canta sobre los cambios de la vida, creerle es una cuestión de fe. Si lo canta Beth Gibbons a sus 59 años, creerla es una obligación. De eso va esta canción. Es un vals. Esta canción es un vals oscuro y un poco milagroso también. La segunda parte del tema supone el primer momento mágico del disco. Mágico de verdad, de simpleza, grandeza y trascendencia. Alguien silba. Bueno, cuidado con los silbidos. No todo vale. Ha sido sólo un compás, la típica broma de productor: “Beth, ¿has escuchado el silbido que he metido en la parte C? Me lo pedía el cuerpo”. Y Beth, para no hacer sentir mal a Ford le contesta: “Sí, me ha encantado”. A nadie le encanta un silbido. Pero Gibbons es la madre buena de la generación de los 90. Y eso es lo importante.
Rewind. Ya es la segunda vez que siento cierto aire oriental en este disco. Es por la progresión de acordes en semitonos. Yo lo he utilizado alguna vez (especialmente en el último disco de The Secret Society, Hacemos ruidos raros al rompernos), pero no me apasiona. Uno no sabe por qué utiliza algunas cosas. Los pilares de esta canción son estos semitonos y el ruido constante que late por detrás. Hay mucho espacio en la voz de Gibbons, como si cantara desde un planeta. Aurora me pide comida. “Tengo mucha, mucha, mucha hambre”. Desde que nos hemos levantado a las 7:10 AM ha comido tres veces. Es increíble cómo devoran mis hijas. Ahora está tocando contra la mesa la percusión que suena en la canción. Es la primera vez que hace algo así. Cumplirá seis años el 4 de julio, el mismo día de la Independencia de Estados Unidos. Primero como tragedia y después como farsa.
Cara B.
Reaching Out. Canción animada en cuanto al ritmo. Las letras son como lo eran las de Portishead. Son un poco genéricas, pero me da igual. Me sirve igual. Parece, por lo que leo –vienen incluidas en el disco– que esta es una canción de desamor. Hay una cosa fascinante del amor y es que nos convierte en monstruos. Yo puedo pensar que Gibbons es una mujer superlativa y, al mismo tiempo, hay un hombre en Bristol, o en Londres, o donde sea, que está harto de ella. Que está harto de que Beth no use la escobilla WC cuando debería, de que se levante de mal humor después de una noche de ginebra y tabaco, de que nunca quiera hacer planes que impliquen viajar. Qué sé yo. Un tipo que le dijo: “Estoy harto de ti, Beth”, mientras literalmente miles de otras personas en el mundo piensan que Beth es una diosa. Somos una mierda. Todas. Todos. Esta canción es un poco lo que recuerdo yo que son las canciones de PJ Harvey (si es que eso tiene algo de sentido).
Oceans. Aquí se baja el ritmo y se gana en profundidad. El estribillo clásico, como de Leonard Cohen o Scott Walker. Ojo que aquí hay un verso jodido y me acabo de quedar tocado: “Cos every time’s taken, I’ll never say/ Fooled ovulation, but no babe in me”. La posibilidad que tiene una mujer de cantar sobre la verdad de la vida está a muy por encima de lo que cualquier hombre, por sensible e inteligente que sea, pueda aspirar. Otra canción que volveré a escuchar muchas veces.
For Sale. Voy a decir una macarrada, siéntate: empiezo a percibir cierto aire MEDIEVAL en algunas esquinas de este disco. Voy a intentar olvidar esto, porque podría hacer que no volviera a escucharlo nunca más. Otra canción con arreglos orientales, eso sí, bien colocados. ¿Qué le pasa a la gente de cierta edad que le da por la India y por esa clase de espiritualidad? El final de este tema podría ambientar cualquier película árabe sin desentonar ni un segundo.
Beyond The Sun. Lo del sabor oriental de este disco no es un detalle suelto, lo impregna todo. Como cuando Lole y Manuel también echaban manos de las raíces árabes de la cultura andaluza. Pues eso, pero entendido e interpretado por una mujer del suroeste de Inglaterra. No me he vuelto loco, te lo prometo. Por mi gusto personal, empiezo a echar de menos la sofisticación del primer disco en solitario de Gibbons, el que hizo mano a mano con Rustin Man (Paul Webb de Talk Talk). No sé hace cuánto que lo escuchaste por última vez, pero yo me lo voy a poner en cuanto termine con este.
Whispering Love. La típica canción de mañana de sol y tierra mojada. Un consejo: nunca contrates un productor que toque bien la flauta porque, en el 100% de los casos, acabará metiendo la flauta en tu disco, con tu consentimiento o sin él. Por supuesto, esta canción también tiene flauta. Y, con los oídos ya calientes, te digo que está mezclada muy por encima de lo que debería. El claro caso de arreglo que sobra, pero también de detalle que hace que hombres y mujeres de más de 60 años piensen que este es un disco bueno. Se escuchan pajaritos hacia el final. Tendremos que pensar en Beth como en esa señora británica que transita por campos infinitos de cereal verde y oloroso, con gafas bifocales y sonrisa maravillosa, que de vez en cuando se junta con amigos que tienen libertad absoluta para hacer y deshacer en unas canciones que sólo escucharemos porque esa voz es la que nos hizo imaginar un mundo mejor hace ya mucho tiempo pero no el suficiente como para haberla olvidado.