Entrevista a Tuya: Exigimos justicia
David T. Ginzo es uno de los talentos más apabullantes de este país y, sin embargo, poca gente lo sabe. Mientras la prensa está ocupada apoyando al equipo que no es, Tuya ha sacado un nuevo disco
Hay algo que se me escapa y quiero entender. El tipo en cuestión es amigo mío y le quiero mucho, no te engaño –tocamos juntos desde 2015 y nos conocemos desde hace mucho más–, pero esto no es óbice para que me siga deslumbrando su talento. Discuto con él con frecuencia, me saca de quicio, manda los mensajes más largos y retorcidos al grupo de whatsapp de The Secret Society y a veces hasta lo ignoro, pero cuando el cabrón se pone a escribir sus propias canciones y a interpretarlas, me dan ganas de mandar a la mierda mi propia banda y formar otra distinta que suene a lo que suena Tuya. Por eso no me cabe en la cabeza que en este país en el que todo el mundo sabe tanto de música, va a tantos conciertos especiales y descubre a tantísimas bandas de lugares que no saben ni situar en el puto mapa, Tuya no esté en el top 1 de todas las listas posibles: ventas, escuchas, reproducciones o ataques de envidia. Pero así funciona esto: a veces no hay lugar para el talento ni la sensibilidad disruptiva. Y mientras esto sucede, hasta el más esquivo de los medios españoles tiene miedo a ponerle mala nota al nuevo trabajo del cantante cuya banda disuelta llevaba su mismo apellido, no sea que se enfade no sé quién y se queden sin su cuota de publicidad o, todavía peor, de clicks. De puta madre, amigos: lo estáis bordando.
Quizás por eso, por esta sensación tan infantil y a la vez tan verdadera de querer poner un poco de orden, le mandé unas cuantas preguntas a David –al que llamamos Jimi los amigos– con la única intención de que no fuera la típica entrevista promocional a las que nos han acostumbrado la mayoría de medios musicales que, con frecuencia, ni conocen a quien tienen delante ni saben qué diablos preguntarle. Y sé de lo que hablo: he escrito en todas las revistas en las que estás pensando y ya no me acuerdo la de veces que me mandaron entrevistar a un artista del que no tenía ni idea, por un compromiso de última hora con la discográfica o la promotora. Mi absoluta falta de decoro me llevó a preguntar a Andy McCluskey y Paul Humphreys de OMD que desde cuándo eran pareja –spoiler: ninguno de los dos es homosexual–, o a pasarme una hora y media pronunciando “gayhead” en lugar de Githead en la cara de Colin Newman de Wire porque nunca antes había visto escrito el nombre del grupo (ni hablar de escuchar alguna canción siquiera) del que tenía que entregar 3000 caracteres antes de que acabara el día. Desconozco por qué salí ileso de ambas situaciones.
Antes de pasar a las preguntas, la info: el nuevo disco de Tuya se llama Proxy, está editado por El Rayo Verde (es decir, por el propio David T. Ginzo) y se puede comprar aquí. Al final de este post hay un cartel con todas las fechas de su gira. Si viviera en España, iría a más de una.
1. Hace menos de un mes que salió Proxy. ¿Cuál es tu sensación al respecto?
Supongo que es quizá demasiado pronto para sacar conclusiones pero dadas las circunstancias actuales del sector en las que, si algo no funciona en plataformas durante la primera o segunda semana por lo general se abandona, no parece que esté ocurriendo gran cosa; pero tampoco me preocupa. He cerrado bastantes conciertos de presentación por mi cuenta pero también me han llamado de varios sitios para ir a tocar; si me llaman es que algo pasa.
Esta situación de inmediatez o muerte viene dada por el método que aplican las plataformas al dar luz en listas de reproducción (el equivalente a los seguidores en redes) pero por suerte quedan medios como Radio3 que aún siguen poniendo canciones del disco (no sólo los singles), que siguen apoyando con más recorrido y como creo que debe ser. De poco sirve sonar una sola vez en un medio porque creo que hay obras que deben tener varias lecturas, para empezar porque algo nos afecta de manera diferente según el momento del día. Cualquiera con cierta edad recordará cómo algunos discos que inicialmente no nos dijeron mucho, tras varias escuchas se convirtieron en imprescindibles. No hay tiempo de escuchar todo lo que se publica y un espacio que intente abarcarlo todo no aporta realmente demasiado. Tampoco se trata de crear guetos estilísticos, si no más bien de retomar una cierta especialización constructiva en algo que se parezca a las antiguas escenas.
2. En conversaciones que hemos tenido tú y yo en privado o con amigos, sientes que cada vez es más difícil sacar un disco de manera totalmente independiente en España, sobre todo en lo relativo a la promoción. ¿Qué notas que ha cambiado en los últimos, digamos, diez años?
Perdona porque no es difícil malinterpretarme y no me parece que sea esa mi conclusión, así que me voy a extender. Quizá es que tenemos (hablo de todo el estado) un problema terminológico. En el libro comento cómo confundimos la independencia con corrientes alternativas a lo masivo. El desprecio al término alternativo tras el uso manido y exagerado que tuvo en ámbitos comerciales desde los años 90 ha sido en parte el culpable de esta confusión.
Pienso que la independencia hoy es una entelequia y la mayoría de espacios que se reconocen como tal –principalmente los que tienen repercusión mediática real– no son conscientes de este malentendido. Si entendemos independencia como antagonista de lo masivo (mainstream para que se entienda, aunque no sea exactamente eso), no entiendo cómo puede considerarse independiente una radio estatal, un festival financiado con fondos de inversión o algo más cercano, como un proyecto musical que ofrece su trabajo de manera gratuita o semigratuita a través de empresas multinacionales. Sobre el papel se cae fácilmente. La cuestión es que lo que haga cada uno sí puede ser una alternativa a esa corriente más masiva, aunque ahora resulte muy difícil separar ambos campos.
Todo esto –salvo lo de los fondos de inversión– no debe tener nada negativo per sé, es lo más habitual y siempre hay cosas que mejorar, pero creo que debemos repensar cómo nos relacionamos en términos de industria para equilibrar un poco todo y escapar de esta espiral.
No tiene mucho sentido relacionar reproducciones [en plataformas] con resultados. Hay casos de grupos que llenan salas sin apenas reproducciones y casos de artistas con muchas reproducciones que no venden ni 50 entradas.
En cuanto a la difusión, los medios hacen lo que pueden y es normal que estén completamente sobrepasados. Esto no es culpa de nadie en particular, es culpa de todas las partes y me incluyo.
Cuando iba a sacar A War Is Coming en 2016 ya propuse editar digitalmente sólo el single y que, quien quisiese más, que comprase el disco. Por supuesto, ni oficina ni compañeros estaban de acuerdo. Es cierto que hubiese sido un tiro en el pie ya que estas cosas las pueden hacer funcionar sólo los proyectos bien establecidos que luego sirven de ejemplo; véase la autoedición de Radiohead o el rechazo a tocar en festivales por parte de Will Oldham, por lo que implica desde muchos puntos de vista.
Respecto al cambio en diez años creo que hemos perdido mucho al intentar abarcarlo todo. Los medios de hiphop siguen ahí, con su nicho. Pero tampoco es muy viable montar un medio de comunicación intencionalmente profesional para dar luz a proyectos que ni siquiera son solventes económicamente. Al mismo tiempo esa situación nos lleva a entender que para que haya demanda no sólo hace falta oferta de contenido, también hace falta un filtro que ponga un límite, aunque sea aleatorio. Se me ocurre por ejemplo que la propuesta de un medio sea sólo de música instrumental, en un lenguaje determinado... No sé, cualquier cosa que lo convierta en abarcable. Un manual que ayude a situar el trabajo con cierta perspectiva porque enfrente tenemos un muro enorme de propuestas que ningún ser humano puede gestionar. Ya hay webs con textos escritos por una IA y, la verdad, para hablar de mi disco o de mi libro, prefiero que sea una persona que se deje llevar por su intuición; eso es lo que genera una conversación y creo que justo eso es de lo que debería ir todo esto.
3. Una cosa que pienso con frecuencia cuando escucho tus canciones y tus discos es qué pasaría con ellos si estuvieran cantados en español. ¿Lo has pensado? ¿Por qué sigues cantando en inglés?
No tengo ninguna duda en que podrían tener mayor repercusión. Hay un prejuicio previo a la obra a través del gesto. Lo que mas me han repetido en toda mi carrera es que si cantase en castellano me iría mejor. Pero también soy consciente de que si dijese que soy de Portland ocurriría algo similar, y el único enfoque es el prejuicio creado por aquella frase también manida de “quien canta en inglés es porque...”, seguido de cosas ridículamente graciosas a insultantes.
Canto en inglés porque siempre me ha salido así. Igual que también escribo en castellano desde el mismo momento y lo uso en otros proyectos. También tengo canciones en asturiano. Pero no creo que tenga que dar explicaciones ante la ignorancia.
Imagina por un momento que lo que quiero es que la gente de aquí escuche mi música y que entre en ella sin el filtro de la lengua. ¿Cuántas personas fans de grupos angloparlantes son capaces de entender la mitad de las letras que balbucean? Creo que eso no tiene nada de malo. Que no se nos olvide que esto es, ante todo, música. Luego están las letras para quien quiera entrar en ellas, interpretando lo que les de la gana. Si la idea es que cada uno elija su propia aventura, ¿porque andar juzgando antes de escuchar?
4. ¿Crees que tu música, y más en concreto Proxy, podría tener mucho más éxito fuera de España, más allá del idioma en el que está cantado? Si es así, ¿por qué?
No creo que dependa de mí. El éxito entendido como cantidad trasciende a través de la difusión y el apoyo mediático por encima de lo que hagas. Podría construir un relato claro y sencillo, y una estética definida; todo eso lo haría más comprensible y por lo tanto más fácil de hacer llegar a la gente. Pero es que resulta que, como creador, soy complejo, me gusta hacer cosas diferentes y disfrutar del proceso. Eso me lleva a cambiar de lugar y no identificarme con algo durante mucho tiempo.
Es paradójico hablar en estos términos cuando Tuya para mi es un proyecto de canciones que podríamos considerar pop y mi intención es que la gente entre y se pasee por ellas como quiera. Cuando ocurre y aparece alguien que me comenta sobre alguna canción y lo que le significa, es maravilloso y ya cumple su función.
Quizá por toda esa necesidad de ubicar las cosas antes de escucharlas nunca tendremos artistas de ambient en grandes estadios, aunque casi mejor :)
5. ¿Te sientes parte de alguna escena? ¿Te sientes unido ideológica o intelectualmente a otros artistas?
No, y no creo siquiera que haya demasiadas cosas que se puedan considerar escena actualmente. Quizá un ejemplo sea lo que hacen sellos como Humo, con una mezcla de proyectos que, aún teniendo estilos muy diversos, con su esfuerzo logra hermanar una buena cantidad de la que diría que se puede considerar escena. Pero hablamos de un sello que gestiona una persona mientras organiza tropecientos conciertos y trabaja con todo a la contra mientras nadie habla del resultado.
No conozco demasiados artistas pero intelectualmente me siento más unido a varias amigas con las que discuto y disfruto por igual –algo que también es crear– que a la mayoría de artistas. El hecho de que mi vida laboral haya tenido tanta relación con el mainstream también me ha cerrado varias puertas. Y mi clara distinción con lo masivo hace que tampoco entre en él (aunque a veces aparezca por ahí). La miseria de la tierra de nadie. Pero la verdad es que estoy muy cómodo con lo que hago y cómo lo hago, aunque pocas veces he visto críticas artísticas o políticas serias a la hora de juzgar casos como el mío.
Nunca me he sentido parte de ninguna escena con Tuya porque siempre he sentido que, fuera de lo masivo, se ha relacionado lo mío con lo mediocre, con alguien que quiere estar en todos los lugares a la vez e incluso con la carencia de personalidad. Parece resultar imprescindible para el reconocimiento una actitud definitoria, de sentencia casi mesiánica para tomarse algo en serio. La cuestión es que esos juicios tan supuestamente intelectuales tienen más que ver, por desgracia, con ese mundo en el que vivimos donde lo fluido se interpreta como una fase para los comprensivos hasta una enfermedad para los ignorantes. La gente quiere ídolos (sea del estilo que sea) y yo en eso soy más bien lo contrario. Eso sí, cuando alguien pretende que sobre el escenario sea un mono de feria y respondo (mal, obviamente), entonces hay sorpresas.
6. Tu nombre es de sobra conocido por muchas y muchos dentro de la industria porque eres una de las personas que ha tocado con más gente. ¿Podrías hacer una lista completa de todos los proyectos y ponerles fecha?
Podría y la tengo, aunque no por fecha. Ese reconocimiento puede desaparecer rápidamente si sólo son números. Dicho rápido son unos cien proyectos en poco más de veinte años. Quiero pensar que eso se entiende como algo más y, sólo por esa experiencia, quizás mi opinión tiene cierto valor pero, como lo más habitual en nuestro ámbito es el conflicto de intereses, no siempre se tiene voz y voto en lo que nos afecta, por mucho que se hable (de forma vacía) de la democratización de la música.
7. Has formado parte de la banda de artistas de renombre que siguen en activo. ¿Por qué no sigues tocando con ellas y ellos? ¿Qué pasó? Quizás sea el momento de escuchar tu versión de los hechos.
Pues hay de todo. Muchos fueron trabajos eventuales y otros sencillamente se acabaron o los dejé por diversos motivos, salvo por uno del que me echaron que no merece ni mi atención (y no es el caso que piensas).
Me sorprendo a mí mismo cuando pienso que en todos –de verdad, todos incluidas las excepciones que salieron mal– tuve momentos que recuerdo con cariño. Pero también es verdad que, al contrario de lo que se pueda suponer, estamos en un sector tremendamente conservador y, en lo relativo a las relaciones laborales, tremendamente manipulador. He sido tildado de sindicalista (con una intención turbadoramente risible) por el simple hecho de pedir que se cumpla lo pactado o intentar negociar un ajuste con un planteamiento realista. Vamos, que te paguen el trabajo hecho y no te mareen; lo que cualquier persona haría en otro trabajo. Y ese sambenito también cierra puertas, claro. Pero con el paso del tiempo veo dónde y cómo vivo, haciendo lo que me gusta y tengo la sensación de ser millonario. Y sobre todo, que tres o cuatro conflictos los ha tenido todo el mundo y sé que la otra parte no se lo llevan a la cama; si sufrí por algo, hace tiempo que es cosa del pasado.
Una de las cosas que menos me gustan de varias amistades que tengo es su rencor reincidente hacia personas con las que han tenido conflictos años atrás. Me incomoda porque veo esas espinas clavadas que, aunque puedan pensar que les funcione como terapia, no puedo evitar verlo como esa parte negativa que tienen y la excepción que confirma la regla en su bondad general.
Por el camino me he cruzado con gente maravillosa a la que debo momentos inolvidables. Me vienen a la cabeza Desakato, Abel Hernández, Alex Ferreira o tú mismo, gente de la que aprendí sobre todo a nivel humano.
8. Hablemos del circuito de salas en España. Tú y yo hemos tenido diferencias a la hora de posicionarnos a favor o en contra de su verdadero peso en la industria. ¿Cuáles son tus argumentos para defender a un colectivo que, en el 90% de los casos, no tienen ningún interés en crear un tejido cultural sino en vender alcohol, cobrar alquiler y programar tantos conciertos como sea posible, a veces en doble turno, para sacar el máximo rendimiento a su espacio, pero que luego se apuntan al carro de pedir ayudas de Cultura y demandan empatía del público cuando, como pasó durante la pandemia, su negocio se ve afectado?
Pues porque conozco y tengo amistad con unas cuantas personas que están en ese lugar y no siempre es como lo acabas de describir. Para empezar, la casuística es extremadamente variada. Para seguir, los excesos de quien tiene verdadero poder no son tantos casos (sobre todo si obviamos Madrid) y, para acabar, montar cuatro conciertos no te convierte en sala. No podemos meter en el mismo saco un negocio claramente definido como sala de conciertos (más allá de lo que comentas) con programación constante, licencia, equipo técnico y humano profesional y medios para difundir el evento con más resultado que quien se sube al escenario –vamos, una sala en condiciones–, con un garito de una ciudad de 50k habitantes que, sin nada de lo anterior, pilla el equipo más barato del mercado, pone a un colega como supuesto técnico, no tiene ni un almacén para meterte a ti o a tus cosas a modo de camerino y quiera cobrarte el mismo alquiler que una sala de la Gran Vía de Madrid. Listos hay en todos lados, el problema es si esas son las únicas opciones que existen. Y, la verdad, es que nunca son la única opción. Yo estoy encantado de pagar un alquiler cuando hablamos de algo justificado y demostrado porque hace lo más importante: suma. Pero también es verdad que lo que menos se ve es a una sala pagando cachés o sueldos, pero existen y poco se les reconoce.
Hace poco un amigo programador me decía sobre un pequeño bar que a veces hace conciertos y pedía alquiler: “Es que si no lo hace así va a volver a poner cafés y adiós conciertos”. Pues que así sea: si lo vas a hacer mal, no lo hagas, dedícate a poner cañas. No hay excusa para la usura en el trabajo.
Por otro lado está el modelo de negocio. Sacar adelante cualquier negocio es muy complicado y lo difícil es ser fiel a lo que supuestamente te lleva donde estás. Si montas una sala porque quieres pagarte una casa, mejor monta un bar de comida rápida. Intentar hacer negocio a costa del trabajo ajeno te lleva a terminar siendo tu antiguo enemigo. Porque ahí entonces el cliente no es el público sino las personas que están en el escenario y, por desgracia, eso es lo más habitual (sí, que no suene a exageración, 40 salas de Madrid programando todos los días no se llenan sólo con gente reconocida mediáticamente y casi no hay salas que no cobren alquiler). Pero en la mayoría de casos nos encontramos con otros trabajadores que hacen lo que les mandan porque el alquiler del local es inasumible, y así estamos.
Los casos que comentas son una realidad pero hay un dato importante: no están haciendo nada ilegal. Otra cosa es que veamos cosas inmorales de ultracapitalismo desatado en boca de gente de izquierdas, pero no sé, ¿no tienes la sensación de que ocurre exactamente lo mismo en el discurso de muchas bandas? ¿En nombre de quién nos quejamos entonces?
Lo que está ocurriendo es que en varios sitios del resto del estado se toma erróneamente el ejemplo de Madrid, donde pocas salas programan contratando y más bien son rentistas de su espacio con el único filtro de la cantidad de público. Hay casos excelentes donde son negocios serios y profesionales pero no sé hasta donde son conscientes que cuando la mitad del público es invitado (las fotos de un concierto lleno en Madrid siempre posiciona más que cualquier logro artístico), quien está pagando sus sueldos son las pérdidas de quien está tocando. Y te aseguro que he visto casos peores en pequeñas ciudades que lo que comentas de Madrid.
Si alguien de una pequeña ciudad con un bar de copas piensa que por montar conciertos va a ser comparable a la sala El Sol, dos cosas: o flipa, o miente.
Al final se quiere seguir viendo el trabajo musical como un hobby mientras el resto del sector (salas, oficinas, promoción, medios, fotografía...) exige sus derechos. Está totalmente viciado porque el músico “vale lo que vende” pero el resto del mundo tiene que cobrar antes de salir de casa. Por eso hace tiempo que escapo de ciertas conversaciones.
Y ni siquiera saco el tema de los promotores independientes que, oye, su función tienen y por desconocimiento siempre han sido una figura atacada como oportunista o cosas peores desde el prisma de las bandas, cuando igual están apostando a veces más que las propias salas.
Creo que hasta aquí estamos de acuerdo, pero lo que creo que disentimos es cuando yo digo que estamos en el mismo barco. Siendo realistas, montar conciertos (en la mayoría de casos y especialmente en locales de barrio o de provincias) genera el ingreso que genera (poco, nada o en negativo), y estamos muy lejos de poder pedir unas condiciones laborales dignas en esas circunstancias porque no hay consumo suficiente. Que la gente se lo gaste en copas no significa que lo vaya a hacer en conciertos (no nos podemos comparar con otros casos en Europa porque aquí no es difícil pillarse una melopea con 20€ mientras que fuera igual eso no te da ni para la entrada), pero igual el público necesita tener esa oferta de conciertos para interesarse y un particular no puede estar pagando sueldos de bandas cada día de su bolsillo para fomentar la cultura; normal que se pidan ayudas, pero se las daría siempre que demuestre su valor en términos globales. Si es casi imposible montar hoy en día una ferretería, ¿quién en su sano juicio va a montar una sala pagando lo establecido por el convenio (que sí, existe)? Nadie.
En cambio, creo que entre todas las partes podemos crecer y arrimar el hombro. No todas las bandas invierten en un equipo decente, ni pagan cada mes el local de ensayo, ni viajan en una furgoneta, y probablemente ni siquiera den una nota a tiempo, pero necesitan un espacio para ir avanzando. Y quizá están así porque no se lo puedan permitir y creo que ahí es donde deben entrar los servicios públicos. Hacen falta salas públicas donde la gente empiece a tocar y, cuando eso vuelva a generar un tejido industrial de verdad (que no nos engañemos, lo de hoy no es eso) veremos cómo todo el mundo se pone las pilas aunque sea por el interés más rastrero.
Pero en resumen, si esperas cobrar por tocar, profesionalízate. Si quieres alquilar tu sala y pedir ayudas, igual. Está en nuestra mano equilibrar la balanza y por ahí pasa no entrar por el aro y tocar en cualquier sitio.
Va siendo hora de repensar lo que hacemos y derribar todos esos mitos de correcto/ incorrecto. Hay que saber lo que se quiere honestamente y con todas sus consecuencias.
9. ¿Por qué crees que los músicos somos el único colectivo cultural que nunca se ha organizado sindicalmente?
Lo hemos intentado y se fue al traste por lo de siempre: egos, testosterona y estupidez. No tiene sentido empezar atacando a todo lo que se mueve sin siquiera entender lo que existe ni tener experiencia en el sector. Nuestra experiencia como sindicato (hablo de cuando lo intentamos en Madrid y yo salí escaldado) demuestra que la gente sigue sin ponerse de acuerdo incluso entre quien sube al escenario. Recordarás que mientras yo hablaba con la dirección de casi todos los festivales para explicar lo que teníamos en mente (el Manual de buenas prácticas), encontrar puntos en común y vías de comunicación para avanzar hacia un acuerdo, una panda de garrulos se ponían a hacer piquetes en la puerta de festivales (lo que, dada la coincidencia de mi nombre con otro de los responsables de todo aquello, me trajo más de un problema). Pues así nos va. Aquí cualquiera que se sube una vez a un escenario se cree con potestad para juzgar al resto y se le olvida la crítica interna, su posición y su poder.
Estamos a un paso de que lleguen artistas y discos hechos con IA. Vamos tarde y no creo que avancemos a mejor próximamente, pero el tiempo pondrá las cosas en su sitio.
10. ¿Qué canción te gustaría haber escrito y qué grupo te gustaría haber formado?
Te voy a dar la peor respuesta a esta pregunta después de pensarla un rato: soy lo que me ha influenciado, no tiene sentido que yo crease algo que a la vez me formase. Y si algo no me ha influenciado igual no es tan importante como para querer haberla escrito. Nunca ha sido algo que me haya venido a la cabeza. En cambio, por darte algo, un lugar donde podría vivir eternamente es en el adagio de Barber.
Y respecto al grupo, no sé, hacer algo de free con Cecil Taylor o Peter Brötzmann hubiese sido muy divertido, seguro.
11. ¿Cuál fue el momento en el que pensaste que quizás podías triunfar en el mundo de la música y cuál el momento en el que pensaste abandonarlo todo?
Dejarlo es, para empezar, lo más habitual. Con todo lo que comentamos antes es algo que sobre el papel no merece la pena, eso hace que la intención de abandonar sea recurrente para cualquiera. Pero no podría vivir sin hacer algo relacionado con esto, no concibo la existencia sin sonido o ritmo.
Triunfar no sé, porque toco desde que tengo uso de razón y me vino todo muy pronto. Con 17 años me subí a un escenario delante de cinco mil personas y recuerdo pensar: “Esto me lo había imaginado alguna vez y ya estoy aquí”. Y hasta hoy.