3 discos nuevos + 1 antiguo + 1 canción (semana 39 · 2024)
En esta nueva sección, que espero mantener en el tiempo con la disciplina de un cryptobro, hablaré de la música que va pasando por mi estéreo cada semana. Porque hablar de música es importante.
1 canción: Alone de The Cure (2024)
Dieciséis años han pasado desde su último disco de estudio. Si hubieras tenido un hijo cuando la banda liderada por Robert Smith editó el insulso 4:13 Dream (Geffen, 2008) ahora mismo estaría fumando porros en un parque con amigos que no conoces y te estaría robando a escondidas el suelto que vas dejando en diferentes ceniceros de la casa. Dieciséis años es demasiado tiempo, salvo para la voz de Smith, que suena como si la cuidara un taxidermista y no un otorrinolaringólogo. Reconozco que le di al play con reticencias, por miedo a encontrarme la típica canción animada que entrega The Cure de vez en cuando –siempre he detestado Friday I’m In Love, The Lovecats o Boys Don’t Cry, a eso me refiero–. Luego me di cuenta de que si hubiera asistido a algún concierto de su gira de 2022 o me hubiera parado a escuchar los siete millones de bootlegs que pueblan YouTube de ese tour, me hubiera encontrado con Alone en casi todos ellos. El caso es que Alone marca el tono de lo que parece ser un disco espeso, oscuro y profundo, de la misma forma que lo fue Bloodflowers (Fiction/ Polydor, 2000), sin duda su última gran obra. Esperaré con expectación a que llegue noviembre, donde la oscuridad y el frío del norte de Europa ayudarán a que Songs of a Lost World impacte en todo su esplendor en esta habitación y sabré entonces si lo hace para molestarme o para quedarse un rato más.
1 disco antiguo: Blue Lines de Massive Atack (Wild Bunch, 1991)
He vuelto a esta catedral de lo improbable a raíz de conversaciones que he tenido con amigas y amigos que se vieron golpeados por el concierto que ofrecieron Massive Attack en la última edición del festival Kalorama, que se celebró entre inclemencias meteorológicas (y, al parecer, de todo tipo) en Madrid a finales de agosto. Y, a pesar de haberles visto ya un buen puñado de veces –la primera de ellas todavía en el siglo pasado, en 1998, en un Festimad que recuerdo como si en realidad no hubiera sucedido nunca–, sentí una profunda envidia por no haber estado allí. Como si tuviera que estar presente cada vez que se produjera el milagro de un directo de Massive Attack. Y decía que esas conversaciones me trajeron de vuelta a este disco, a comprar y leer con cierta urgencia este libro y a dedicarle un rato a este documental de la BBC. Porque Massive Attack son esenciales para entender de qué va todo esto de la música moderna. Dejo para otro día lo de que Robert Del Naja es Banksy.
3 discos nuevos
Manu Chao, Viva tú (Radio Bemba/ Because, 2024). No puedo ni explicar el cabreo que tengo con Manu Chao. Superando incluso el hueco de The Cure entre su último disco y su nuevo trabajo –17 años desde La Radiolina (Bacause, 2007), echa cuentas–, el antiguo líder de Mano Negra se pierde en rimas insulsas, ya facturadas en el pasado, en canciones que no emocionan y en la sensación de que todo está dirigido por la ley del mínimo esfuerzo. Donde antes había reciclaje vanguardista, vibrante y revolucionario, ahora sólo hay una sensación insoportable de déjà vu de la que es imposible recuperarse. 38 minutos de ignominia que me ha llevado a hacer algo que no había hecho nunca: llamar a Zardoz Records (mi tienda de discos de confianza en Hamburgo) y cancelar mi pedido del vinilo de Viva tú.
Trentemøller, Dreamweaver (In My Room, 2024). La semana pasada se habló mucho de Trentemøller en Hamburgo porque era uno de los cabezas del cartel del infinito Reeperbahn Festival, la reunión anual de referencia de la industria musical global que tiene lugar en la ciudad que ahora es mi casa. Y se habló tanto que decidí escucharme por primera vez un disco suyo, sabiendo que es un disco suyo. Y vaya sorpresón: una mezcla muy motivante de shoegaze –la segunda canción, Nightfall, parece un libro de estilo de apenas cinco minutos de duración–, pop gótico –I Give My Tears– y canciones tristes para bailar en clubes a los que sólo se accede con salvoconducto –Dreamweavers y la poderosa In A Storm–. 48 minutos donde el danés se pone nostálgico y nos sacude a placer con viento, lluvia y niebla, como si Beach House hubieran recuperado el pulso vital.
Thurston Moore, Flow Critical Licidity (The Daydream Livrary Series, 2024). Era improbable que escuchara este disco porque desde que Sonic Youth implosionaron en 2011, hecho en parte provocado por la infidelidad de Moore durante el matrimonio con Kim Gordon, le agarré muchísima manía. Soy del todo consciente de que me estoy perdiendo momentos musicales de alta calidad, pero a veces estas cosas funcionan así. Sin embargo, le di al play y, mierda, otra vez esa vieja sensación de estar saboreando una comida exquisita. La misma que me hizo soñar despierto con discos como Daydream Nation (DGC, 1988), A Thousand Leaves (DGC/ Geffen, 1998), NYC Ghosts & Flowers (Geffen, 2000) o Sonic Nurse (Geffen, 2004). De verdad, escucha los casi 7 minutos de la quinta canción, We Get High, y siente un poco del colapso perpetuo de la ciudad de Nueva York en tu propia piel.
Gracias por seguir hablando de música, Pepo. Para algunos es imprescindible tener con quien hablar de esto, aunque sea a través de internet.